miércoles, 19 de marzo de 2008

El cochino Lobby, por Patricio Grez de Heeckeren.

El cochino Lobby, por Patricio Grez de Heeckeren.

Tengo el enorme agrado de ponerme de pié y brindar un aplauso cerrado a la Comisión de Hacienda del Senado de la República por haber parado ese proyecto de mi Gordis de meterle IVA a las viviendas, que ahora ojala se estudie con calma y buena letra. El Fisco está nadando en plata, son trillones de dólares acumulados y no tiene ningún sentido pegarle otro zarpazo estatal al bolsillo de los ciudadanos. En la Gringolandia del liberal Bush y en la España del izquierdoso Zapatero el todopoderoso Estado está devolviéndole impuestos a la ciudadanía para reactivar la economía, y acá en Chilito mi Gordis quiere reactivar la economía metiéndole otro impuesto permanente a las viviendas...de locos. Eso te pasa Gordis por hacerle caso al diputado PS monseñor Montes, te he dicho antes que Montes está siempre equivocado, lo que Montes te diga multiplícalo por menos uno.

Y mal estuvo Panchito Vidal con su diatriba pública demonizando a las pérfidas empresas de construcción y su supuesto "lobby" maligno. Panchito trató mariconamente de culparlas de bloquear la rebaja temporal del impuestos a los combustibles, no tiene remedio Panchito. Las empresas de construcción están legítimamente preocupadas pues saben que si el costo de las viviendas se ve incrementado con un nuevo impuesto se van a vender menos viviendas, asunto que debiera preocupar a todo el mundo, especialmente a los trabajadores de la construcción que tendrán menos pega. Además sería bueno recordar que el IVA es un impuesto al consumo y no a la inversión, y las viviendas no son un consumo, son la mayor inversión que realizan las familias.
Sin perjuicio de lo anterior, el tema del "lobby" es sin duda cototo y peliagudo. Este puede proporcionar una ventaja injusta a los grupos que defienden intereses particulares en detrimento del bien común. Los grandes intereses económicos y los grandes sindicatos monopólicos como el de profesores estatales del Estatuto Docente se pueden permitir presionar por un trato legislativo especial. En estas circunstancias, ¿qué oportunidades tienen las masas de contribuyentes desorganizados?


Los defensores del "buen gobierno" denuncian con razón este tráfico de influencias, pero proponen reformas güeonas, tales como la prohibición de regalos sufragados por los lobbies, los banquetes y otras "atenciones". También respaldan restricciones a la financiación de las campañas electorales para reducir la influencia de los grupos de presión en los procesos electorales. A pesar de todas estas "reformas", el tráfico de influencias continuará, como no podía ser de otra manera, porque ninguna de las reformas ataca la raíz del problema.

El origen del problema es el poder discrecional del Estado. Cuando el Estado es libre para entrometerse discrecionalmente en cada rincón de nuestras vidas y para regular la sociedad y la economía a través de "estatutos", impuestos, reglas, aranceles, prohibiciones, obligaciones y trabas y otras miles de cuchufletas, entonces los miembros de los "intereses especiales" cuentan con todos los incentivos del mundo para trabajarse a los políticos y burócratas a fin de obtener y conservar su parte del pastel y obtener un trato favorable.

En una sociedad realmente libre, una empresa o los miembros de un gremio sólo tienen éxito si producen bienes y servicios que los consumidores deseen comprar y si mantienen los costos lo suficientemente bajos como para que el precio de mercado rinda un beneficio. Históricamente---digamos entre 1920 y 1973---en nuestra economía el éxito podía lograrse de otra manera: presionando al Gobierno para obtener ventajas sobre la competencia. La perspectiva de intervención estatal favorable generaba incentivos para que los gremios y los productores se esforzaran por satisfacer a legisladores y a burócratas, y no al consumidor. El escenario resultante era una carrera por obtener privilegios, el marco en que se desarrollan las relaciones ilícitas que tanto preocupan a los "anti-lobby" como Panchito.

Lo irónico es que muchos de los "anti-lobby" favorecen al mismo tiempo la expansión del Estado tentacular, de manera que socavan sus propios esfuerzos por eliminar la corrupción. Es ingenuo pensar que el Estado pueda ostentar el poder de conceder tratos de favor sin que al mismo tiempo organice una picnic formado por lobbies intentando hacerse con una parte de ellos. Ningún código de buen gobierno puede evitar los tejemanejes entre los que ostentan el poder y aquellos que buscan beneficiarse de él. Pensar lo contrario es ignorar la naturaleza humana.

Existe un camino para aislar el sistema político de este tipo de corrupción: reducir drásticamente el poder discrecional del Estado. Solamente cuando eliminemos la capacidad del Estado de entrometerse discrecionalmente en la sociedad, los gremios, las empresas y la economía, estas dejarán de medrar en asuntos de Estado. Un mercado genuinamente libre y no lastrado por la interferencia estatal es el camino a una política más limpia.

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