martes, 13 de mayo de 2008

Imagen: Paulina Marcela Urrutia Fernández, Ministro de Cultura
Ministerio de Cultura
Patricio Grez

En la necesaria racionalización y modernización del Estado hay muchos ministerios que sobran, como por ejemplo el Ministerio de la Curtura, creación de la Reina Ricarda. La Reina Ricarda lo creó porque la estrategia Gramsciana exige capturar al "mundo de la curtura".

Esta guevadita del Ministerio de la Curtura corresponde al provecho que extraen de nuestros impuestos todo un colectivo de "intelectuales" y artistas progre cuyo horizonte es la subvención y no la competitividad. Quizá crean que sus ideas, en virtud de un pluralismo "sui generis", son más dignas de recabar dinero público procedente del bolsillo de los ciudadanos o tal vez no sean más que buscadores de renta -"rent seekers"- que de su dedicación al taller literario, el teatro sin espectadores, la agitación cultural, los museos sin obras, la música sin sentido, la pantomima o el arte trasgresor extraen el beneficio de una subvención a fondo perdido que les permite seguir adelante. Para ellos el esfuerzo y la autodisciplina no pueden ser origen del arte o del conocimiento. En realidad, esos agentes de la progresía laboran todos los días para que la cultura del monopolio no se convierta en cultura de la competencia. Más que izquierda caviar es la izquierda subvencionada.

El Ministerio de la Curtura es una expresión totalitaria impropia de sociedades libres.....hay que cerrarlo y pa juera la ministra Urrutia, que vuelva a trabajar en telenovelas nomás. Hay que revisar los centenares de programas juleros, como aquellos para "el mundo de la curtura" tipo Fondart, plata para galanes de telenovela adictos al régimen y ahora descubrimos que esos fondos aportados por los contribuyentes van parar también a unos picantísimos miristas narcotraficantes. No me extraña lo ocurrido considerando que el Subsecretario de Curtura es un ultra-sociolisto Sr. Berríos, que necesita urgente un tratamiento de ortodoncia, consígase usted una foto de Berríos y verá que es cierto.

La Paulina Urrutia se siente ministra incomprendida, rara minerva del mecenazgo en cuyo ilustrado designio nadie reconoce la preclara iluminación de su criterio ni el denodado activismo de su abierto talante, ni el de su marido Sr. Góngorara, otro "iluminado" de la curtura. Qué desperdicio de inteligencia ignorada, qué menospreciada búsqueda de diálogo, cuánto dilapidado esfuerzo regulador, para acabar sometida un prosaico tironeo de subvenciones, zarandeada, vilipendiada, reprobada por los desagradecidos beneficiarios de su abnegada perspicacia y ahora bypaseada por el ortodónsico Berríos. Qué penosa ingratitud, qué acendrado egoísmo, qué tornadizo desapego el del "Mundo de la Curtura".

Pobrecito mundo de la curtura chilensis, en fin, tan tedioso, tan cargante, tan garbancero, tan sectario, tan autocomplaciente, tan deshabitado de genio, tan escaso de brillo, tan bajo de aspiraciones, tan perezoso de miras. Pobre arte sin público, pobre industria sin vuelo, pobres guiones sin garra, pobre pobreza de donaire, de chispa y de talento. Cuánta autosatisfacción estéril, cuánto narcisismo gratuito, cuánta presunción vanidosa de espaldas a un público hastiado de tanto artificio inútil, condenado a pagar con sus impuestos el fracaso de quienes no son capaces de motivarlo a pagar sus entradas.



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